miércoles, 11 de febrero de 2009

Nadsat


Una figura esbelta, un rostro lleno de gracia y un espíritu que irradia luz.
Una calma interior que deja escapar brisas de paz al caminar.
Sus ojos delineados por naturaleza, y su pelo toma el curso del viento, uniendo en fragmentos sus cabellos rubios. Y bajo de el, unas orejas como de duende.
Su piel suave, intocable.
Su belleza, indefinible.
El nadsat dejaba fluir una corriente de ideas por su lengua al cantar, haciendo temblar la guitarra con sus manos lastimadas de tanto golpe anterior contra los tambores.
Bajo sus finos labios se ocultaba una sonrisa picara.

arena

¿Qué te sucede que tus cejas están caídas?
¿ Que la alegría hoy no fluye de tus poros?
Estas inmóvil, mirando al vacío,
Las figuras no se reflejan en tus pupilas.
Tus venas tiemblan, y tus manos no siguen el compás de la música.

Solo puedo ofrecerte mi mano para que bailemos con el viento, y juguemos bajo el cielo tornasolado.
Prefiero, antes que fumar los años en soledad.
Te invitare a mi cama de arena, a que duermas tranquila bajo el ojo lunar.
En cada suspiro seremos bañados de lagrimas saladas y el brillo nos despertara junto a la risa de una gaviota.

16

Y conocimos al duende… un ser mitológico de orejas puntiagudas y nariz rasgada.
Poseía una mano mágica que hacia cantar a un pequeño charango.
Caminaba como buscando algo, cabizbajo.
Sus ropajes caídos estaban sucios, harapientos...ocultaba su rostro bajo un inmenso gorro.
Luego, lentamente vino hacia mi mesa y me entrego en mano un dibujo. Pude ver el rostro que tanto trate de divisar. Tenia ojos negros o grisáceos, no lo recuerdo bien, no podía quitar mi vista de sus pupilas impactantes. Estaban rodeados por largas pestañas.
Su boca también era grande, y sonreía al hablar, tenia dientes desparejos. Y toda su piel era blanca. Al levantarse, unas trenzas caían por su espalda seudo jorobada.