jueves, 29 de mayo de 2008

Personal Paradise


No creo en el paraíso, dijo
No creo en el paraíso.
No solo por ateismo, si no por falta de esperanza.
En sus ojos tristes, vacíos, no se divisaba un destello de fe,
Un algo que le diera vida.
No cree en el paraíso, aunque creo que si lo describiera seria poli cromático, tendría hadas volando por el lugar y duendes escondidos en cada rincón. El suelo fértil haría crecer desde fresias hasta choclos. Habría una olla debajo de cada arco iris, pero no con dinero si no con golosinas. Todos los árboles serian perennes y volarían peces, correrían serpientes y nadarían los gatos. No habría profesiones ya que no se necesitarían. La gente vestiría piyamas y habría cascadas de fucsias y lluvia de estrellas violetas. La música que quisiéramos se escucharía en nuestros oídos.
Bailaríamos en nubes de algodón y los pétalos se derretirían en nuestras bocas como caramelos. Podríamos escribir en el aire, y la luz del sol duraría lo que se nos antojase. Resbalaríamos por los anillos de Júpiter y caeríamos en una pileta de gelatina de cereza. Con solo quererlo bucearíamos en fideos, patinaríamos en pistas de hielo naranjas o andaríamos en bicis para veinte.
Flotaríamos en el aire escupiendo margaritas y con partir una nuez saldría pinocho a desearnos las buenas noches.
Pero dijo que no cree en el paraíso, y se fue a dormir sabiendo que el único paraíso que ella querría seria no estar en la tierra. O remontar a sus dos años de vida jugando en la nieve con su familia. En su mente era un paraíso.
Era, ahora no cree en el paraíso.

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