lunes, 22 de diciembre de 2008

El Manifestante


Cerro la puerta, como si cerrara una etapa, la dejara atrás.
Atrás.
Se reúne en la plaza, con la bandera pintada en sus ojos, y el alma puesta en un bombo.
Grita con ilusión.
Y se rompe, se rompe. Yace bajo la sombra de un árbol moribundo, seco, sin brillo.
Sus ojos ya no irradian una luz rosada, como su mundo, que ya no es de rosa.
Una pluma cayo lentamente delante suyo.
Todas las ventanas, las cacerolas, los cuerpos. La remera negra, oscura.
Se han comido su manzana. Y su esqueleto lo sujeta una mano de bruja.
Una niña me mira fijo, mientras acaricia su conejo.
Su vestido se vuela con el viento, y sonríe al estilo mona lisa.

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