viernes, 26 de junio de 2009

¡que pena!

La locura que adentraba por sus venas cansadas de tanto pinche recorría su cuerpo que estaba en venta detrás de la vidriera.
El tiempo había convertido su vida en una decadencia.
Ahora se encontraba en videos para mayores en cualquier hotel.
Jugaba una carrera contra el sistema, contra los años, contra el maldito tiempo.
Salir de esa rutina antes de que se lo comieran los gusanos.
Era difícil sobrevivir en los bajos de Barcelona.
Los lunes debía hacer espectáculos en el hotel Clavel con tres hombres mas, luego los ingresos eran divididos en partes iguales.
Durante el día dormía, y el terror se adentraba en sus sueños que pasaban a ser pesadillas.
Su familia nada sabia de el, no conocían su paradero y no se relacionaba con teléfonos o la computación como para tener algún contacto.
Con los años habían borrado la imagen de ese muchacho que huyo, y solo recordaban una vaga figura del niño que fue. Su madre solo conservaba una foto de un campamento que recurrió cuando niño, la mirada picara… si solo supiera lo que sucedió esa noche en la carpa. Pero mejor así.
Cuando los sueños de un hijo profesional se ven desplazados por un joven que cobra por hora no se siente muy bien.
Una vida social fracasada pensaba, mientras tiraba todo lo que tuviera su marca.
Incluso el documento, con esos dieciséis recién cumplidos se adentro en las calles oscuras y jamás volvió. Cambio su nombre, y no lo reconocerían ni en el cementerio.

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