lunes, 6 de julio de 2009

el auto de V


La ola se acerca sumisa, intrépida. Se anima tímidamente a mojar mis pies.
Ahora tengo un dejo de espuma sobre los pies fríos, inmóviles casi inertes. Ampolladas las plantas, crecidas las uñas de raíz.
Mi cuerpo esta roto, ya no quiere funcionar, todas sus partes están dañadas deterioradas.

En el arco iris se ven reflejados la multiplicidad de colores, las diferentes esencias perfectamente acomodadas a escala.
El sol hace ya algún tiempo que no sale a jugar en días de lluvia.

Las gotas van humedeciendo poco a poco mi cabeza.
Y los rayos dorados que calientan mi espalda son un perfecto contraste.
Estoy esperando verlo.

Saco granos de arena de mis zapatos.
Frena un hermoso y viejo auto.
La música que sale de la guitarra azul del chico de ojos verdosos que manejaba me introduce en una escena de una película francesa, como si la imagen se congelara, con la vista mirando al frente, y cambiaran de plano las secuencias que ocurren detrás. Es una melodía triste, decorada con su voz carrasposa y cambiante de tono y volumen.
Dentro, una mariposa, con mezcla de polilla mutante revolotea en el auto, golpeando su cara contra los vidrios empañados.
El con la mirada tranquila, descansando en el asiento trasero del auto, dibuja espirales en mi rostro, mientras juego a manejar con ese volante fino.

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