lunes, 6 de julio de 2009

Vereda

Mi nariz gotea incansablemente, dos chicas se maquillan estrambóticamente en el cordón de una vereda.
Aun no entiendo la frase “mis palabras con pólipos”

La muchacha morocha, con su gran carisma que no necesita de narices de colores tiene la ropa sucia por el vaho de las antorchas.
Ella tiene a Sedna guardada en un bolso. Doblada, un poco arrugada.
La quiero de vuelta, aunque sea sucia y despintada.

La pelota rueda hacia la alcantarilla.
Esta al límite, ya al borde del abismo.
Una patada que raspa el suelo cual jugador de béisbol la salva de caer y perderse en aguas cloacales. (1)
Abstract 1: de chica siempre pensé que las cloacas que hay en las rutas eran pasadizos secretos usados en las guerras.

Por la misma vereda, pasa motorizada una familia en sillas de ruedas eléctricas.
Es un cuadro impactante.

En frente, una pareja de lesbianas abrazadas caminan a la par de una pareja con síndrome de dawn.
Los cuatro tienen igual estatura y largo de cabello.

Los helicópteros custodian la zona. Y remueven partículas de locura en el cerebro de ella, alterando sus sistemas mediante la audición.

Un travesti joven, recién salido del vientre alquilado cruza hacia la plaza.
Se interpone en la imagen un camión de basura.
Siempre quise andar en uno.

Irrupción de pensamiento. Un truco de magia acaba en mi oreja.

Una pareja realiza un asco sexual/acto sensual.

Ella dijo tener dolor de nalga, yo de espalda por tener la capucha puesta.
(Las ropas me hacen presión. A veces no me dejan salir, y me quedo atrapada entre las mangas.)

Hermosa visita, extrañaba el ruido de delfín que haces con tu boca.
Me voy completa, el pochoclero me regalo garrapiñadas.
Solo por sonreír.
Mama me dijo que estaba loca, el tío también.
Hay que disimular en las cenas familiares para no tentar la lengua de los adultos.

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